lunes, 3 de diciembre de 2012

Mundo nuevo, nueva fe



Por David Pablo Cruz Daza


La fe no sólo mueve montañas, también funda sociedades.

Cuando llegaron los conquistadores españoles al territorio mexicano, e implantaron nuevas creencias religiosas entre los pobladores nativos, todas sus tradiciones y costumbres sufrieron diversas transformaciones; un proceso de mestizaje simbólico se inició. El choque cultural entre ambos mundos provocó que se mezclaran elementos católicos con las formas de culto a la muerte mesoamericanas, lo que permitió la supervivencia de algunas de estas últimas.

Clifford Geertz (p.89) formula un concepto de religión donde se le describe como “Un sistema de símbolos que obra para establecer vigorosos, permanentes y duraderos estados anímicos y motivaciones en los hombres, formulando concepciones de un orden general de existencia y revistiendo estas concepciones con una aureola de efectividad tal que los estados anímicos y motivaciones parezcan de un realismo único”. Desde ahí se hace compresible como es que elementos culturales tan subversivos y antagónicos a las creencias europeas pudieron subsistir hasta nuestros días, y con tanta fuerza; debido a que los símbolos sagrados son agentes que determinan el sentir de las personas, y se integran profundamente dentro de su ideología, lo cual fortalece la resistencia a abandonar sus prácticas y creencias; ¿quién no querría resistirse a dejar de convivir con sus seres queridos fallecidos?

Por otro lado, partiendo también de las ideas de Geertz (p. 91 y 92), se hace referencia a la religión como un sistema simbólico que tiene la facultad de fungir como modelo de, un arquetipo instructivo a partir del cual es posible la producción de otras doctrinas religiosas. Así puede explicarse como una religión con las características del cristianismo tiene tantas variantes, dependiendo del contexto en que se manifieste, pues en cada una de las culturas en las que se asienta han sucedido procesos de mestizaje, intercambios de símbolos y signos sagrados, como sucedió durante la conquista de México. Recuérdese, por ejemplo, la gran influencia árabe que transformó el catolicismo en España durante el medioevo.

Otra de las teorías que pueden ayudar a comprender la naturaleza de la singular religiosidad mexicana, y por supuesto la concepción de la muerte que aquí se retoma, es la de Émile Durkheim. Este autor expone, entre otras cosas, que la religión es un aspecto cultural, un sistema autónomo de creencias relativas a lo sagrado, que cumple la función de coaccionar a los individuos en grupos sociales (G. Filoramo, p. 383 y 384). Esto pone en evidencia que, en parte, las doctrinas religiosas en esta nación son tan distintas a las de Europa debido a que a que las creencias paganas persistentes eran, y siguen siendo, aspectos muy significativos para la integración de los individuos en grupos sociales, generando un sentido de identidad colectiva.
A grandes rasgos, el cristianismo en México está constituido por caracteres que devienen de múltiples religiones, de diversas culturas, que funcionan para unir en uno solo a los grupos que se mezclaron para engendrar la gran familia mestiza que ahora ocupa el país: el catolicismo romano, por una parte, las religiones de los pueblos prehispánicos, por otra, así como la influencia árabe, cuya prueba más fehaciente es el culto a la Virgen de Guadalupe, y la herencia de creencias de los grupos africanos que fueron traídos como esclavos, lo cual se hizo más evidente en otros países como Cuba y Brasil.

La película “Nuevo Mundo”, de Garbriel Retes, resulta en una excelente metáfora que ejemplifica cómo se fue moldeando la religiosidad en México a partir de la colonia, en un proceso histórico que permitió la aceptación, o interiorización, de las formas culturales sagradas de una región extranjera y antagónica en las mentalidades novohispanas, conformando la llamada “conquista espiritual”; tema muy recurrido en otros tantos filmes con la temática del “colonialismo en América Latina”, algunos de los cuales ya hemos contemplado dentro de este proyecto de cineclub.

Así, en esta obra específicamente, se hace referencia al surgimiento de uno de los símbolos más significativos de la identidad nacional mexicana durante prácticamente toda su existencia: “La virgen de Guadalupe”. De tal manera, se ejemplifica cómo aquél personaje que deviene de la doctrina católica se presta, en aspectos significativos, para camuflarse con las características de “Nonatzin”, un personaje de suma importancia en los cánones religiosos de las culturas mesoamericanas. Entonces puede advertirse la forma en que ese tipo de coincidencias fungen como argamasa que facilita la mezcla de ciertos rasgos culturales, y dando origen a que otros nuevos se manifiesten.
Hoy en día, la imagen de la Virgen de Guadalupe, debido a la gran trayectoria histórica en la que se ha visto involucrada, es una de las más reproducidas en el país, tanto que ha sido llamada como la “patrona de México”. El culto guadalupano sin duda es el más recurrente en la vida cotidiana de los mexicanos, de los cuales más del 90% practican la religión católica. Por si fuera poco, tal imagen ha sido también un símbolo de resistencia, que se popularizó exponencialmente desde que en la Guerra de independencia Miguel Hidalgo la empleó como estandarte. A pesar de que el Estado Mexicano contemporáneo se asume como laico, esta imagen continúa representando un patrimonio nacional.

Filmografía:

Título: Nuevo Mundo
Director: Gabriel Retes (MEX)
Año: 1978
Tema: El contexto y el perfil de los personajes que se vieron involucrados en el creación del mito de Guadalupe



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