
Por
David Pablo Cruz Daza
La fe no sólo mueve
montañas, también funda sociedades.
Cuando llegaron los
conquistadores españoles al territorio mexicano, e implantaron
nuevas creencias religiosas entre los pobladores nativos, todas sus
tradiciones y costumbres sufrieron diversas transformaciones; un
proceso de mestizaje simbólico se inició. El choque cultural entre
ambos mundos provocó que se mezclaran elementos católicos con las
formas de culto a la muerte mesoamericanas, lo que permitió la
supervivencia de algunas de estas últimas.
Clifford Geertz (p.89)
formula un concepto de religión donde se le describe como “Un
sistema de símbolos que obra para establecer vigorosos, permanentes
y duraderos estados anímicos y motivaciones en los hombres,
formulando concepciones de un orden general de existencia y
revistiendo estas concepciones con una aureola de efectividad tal que
los estados anímicos y motivaciones parezcan de un realismo único”.
Desde ahí se hace compresible como es que elementos culturales tan
subversivos y antagónicos a las creencias europeas pudieron
subsistir hasta nuestros días, y con tanta fuerza; debido a que los
símbolos sagrados son agentes que determinan el sentir de las
personas, y se integran profundamente dentro de su ideología, lo
cual fortalece la resistencia a abandonar sus prácticas y creencias;
¿quién no querría resistirse a dejar de convivir con sus seres
queridos fallecidos?
Por otro lado, partiendo
también de las ideas de Geertz (p. 91 y 92), se hace referencia a la
religión como un sistema simbólico que tiene la facultad de fungir
como modelo de, un arquetipo instructivo a partir del cual es
posible la producción de otras doctrinas religiosas. Así puede
explicarse como una religión con las características del
cristianismo tiene tantas variantes, dependiendo del contexto en que
se manifieste, pues en cada una de las culturas en las que se asienta
han sucedido procesos de mestizaje, intercambios de símbolos y
signos sagrados, como sucedió durante la conquista de México.
Recuérdese, por ejemplo, la gran influencia árabe que transformó
el catolicismo en España durante el medioevo.
Otra de las teorías que
pueden ayudar a comprender la naturaleza de la singular religiosidad
mexicana, y por supuesto la concepción de la muerte que aquí se
retoma, es la de Émile Durkheim. Este autor expone, entre otras
cosas, que la religión es un aspecto cultural, un sistema autónomo
de creencias relativas a lo sagrado, que cumple la función de
coaccionar a los individuos en grupos sociales (G. Filoramo, p. 383 y
384). Esto pone en evidencia
que, en parte, las doctrinas religiosas en esta nación son tan
distintas a las de Europa debido a que a que las creencias paganas
persistentes eran, y siguen siendo, aspectos muy significativos para
la integración de los individuos en grupos sociales, generando un
sentido de identidad colectiva.
A grandes rasgos, el
cristianismo en México está constituido por caracteres que devienen
de múltiples religiones, de diversas culturas, que funcionan para
unir en uno solo a los grupos que se mezclaron para engendrar la gran
familia mestiza que ahora ocupa el país: el catolicismo romano, por
una parte, las religiones de los pueblos prehispánicos, por otra,
así como la influencia árabe, cuya prueba más fehaciente es el
culto a la Virgen de Guadalupe, y la herencia de creencias de los
grupos africanos que fueron traídos como esclavos, lo cual se hizo
más evidente en otros países como Cuba y Brasil.
La película “Nuevo
Mundo”, de Garbriel Retes, resulta en una excelente metáfora que
ejemplifica cómo se fue moldeando la religiosidad en México a
partir de la colonia, en un proceso histórico que permitió la
aceptación, o interiorización, de las formas culturales sagradas de
una región extranjera y antagónica en las mentalidades
novohispanas, conformando la llamada “conquista espiritual”; tema
muy recurrido en otros tantos filmes con la temática del
“colonialismo en América Latina”, algunos de los cuales ya hemos
contemplado dentro de este proyecto de cineclub.
Así, en esta obra
específicamente, se hace referencia al surgimiento de uno de los
símbolos más significativos de la identidad nacional mexicana
durante prácticamente toda su existencia: “La virgen de
Guadalupe”. De tal manera, se ejemplifica cómo aquél personaje
que deviene de la doctrina católica se presta, en aspectos
significativos, para camuflarse con las características de
“Nonatzin”, un personaje de suma importancia en los cánones
religiosos de las culturas mesoamericanas. Entonces puede advertirse
la forma en que ese tipo de coincidencias fungen como argamasa que
facilita la mezcla de ciertos rasgos culturales, y dando origen a que
otros nuevos se manifiesten.
Hoy en día, la imagen de
la Virgen de Guadalupe, debido a la gran trayectoria histórica en la
que se ha visto involucrada, es una de las más reproducidas en el
país, tanto que ha sido llamada como la “patrona de México”. El
culto guadalupano sin duda es el más recurrente en la vida cotidiana
de los mexicanos, de los cuales más del 90% practican la religión
católica. Por si fuera poco, tal imagen ha sido también un símbolo
de resistencia, que se popularizó exponencialmente desde que en la
Guerra de independencia Miguel Hidalgo la empleó como estandarte. A
pesar de que el Estado Mexicano contemporáneo se asume como laico,
esta imagen continúa representando un patrimonio nacional.
Filmografía:
Título: Nuevo Mundo
|
Director: Gabriel
Retes (MEX)
|
Año: 1978
|
Tema: El contexto y el perfil de
los personajes que se vieron involucrados en el creación del mito
de Guadalupe
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