lunes, 3 de diciembre de 2012

La mujer del puerto

Por Mara Patricia Espinoza



Durante las jornadas de trabajo los Andares del Cuerpo, el cineclub de Antropología Histórica nos
sedujo con la imagen de Andrea de Palma en su vestido negro, representando quizá un luto por su
antigua vida, antes de entrar en la vida nocturna del puerto de Veracruz.

La mujer del puerto, estrenada en 1934 y dirigida por Arcady Boytler, es una película que representa
la dialéctica encontrada, quizá no sólo en las mujeres, sino entre los hombres: la trangresión de
ser otro, alguien malvado, alguien desafiante dentro de un espacio diferente al cotidiano, si es que
somos buenos muchachos: la noche.

Es la noche en nuestro imaginario y en las representaciones que producimos, el espacio en donde el
sujeto muta en un yo diferente. Doctor Jekyll es Hyde, Dorian Gray es un monstruo, Santa no es tan
santa y Andrea de Palma deja de ser una joven virginal y respetable, sumisa ante quienes la rodean
y rien de su tragedia, para convertirse en una femme fatale, que decide qué y con quién, dentro de
La película, que al comenzar pareciera ser silente, posteriormente da espacio a la voz de Andrea
de Palma, cuyo diálogo deja ver un pequeño rasgo teatral, en el cual se exagera la emoción para
transmitirla al público, siguiendo la melodía marcada por la música de fondo. Pareciera que Boytler
no confía en la voz, y a la manera del cine silente, da mayor espacio a la imagen, ofreciéndonos
largas secuencias de la protagonista y su querido, del carnaval llevado a cabo durante la película, e
incluso del puerto veracruzano. Finalmente que es el cine, sino imagen.

Y es por esta imagen que Boytler corona su película con la transformación de De Palma. Sus
ropas han cambiado, ahora se maquilla. El escenario ya no es representado por el sol, sino por la
penumbra de la noche. La fiesta del carnaval, es sustituida por el barullo de un bar y una voz que
canta desde una ventana “Vendo placer a los hombres que vienen del mar”. La película es una
paleta de las representaciones de la época que aun en nuestra actualidad permanecen, si no es
así ¿cómo representamos a una prostituta, sino de manera antagónica a la mujer pura y casta, la
madreesposa, la correcta?

La película, es una narrativa de esas representaciones que nos educan. Se ven conductas correctas
que deben ser cumplidas, así como los castigos, siendo el último de ellos el destino trágico de la
protagonista, quien como Edipo descubre que ha sido parte de una relación incestuosa: su hermano,
lejano hace muchos años, llega del mar y la contrata para ir a la cama. Al descubrirlo, ella no resiste
la tragedia, y se suicida emblemáticamente entre las olas del golfo de México.

Este final, como sucedía comúnmente con las prostitutas y demás mujeres transgresoras, demuestra
la constante de la época: el pasado siempre las alcanzaba, y ellas debían pagar sus errores,
admitiendo su transgresión ante el hombre decente que ahora las amaba, a sus hijos, o bien con la
muerte, pues el crimen siempre paga, sobre todo el crimen cometido ante la ideología conservadora.

Por otra parte, si queremos dejar de lado el castigo y vernos más piadosos, lo que se busca es
purificarlas: el castigo como medio de expiación para que esas mujeres manchadas se conviertan
nuevamente en mujeres puras. Quizá por eso el nombre de la protagonista: Rosario, así como la
prostituta emblemática de la literatura costumbrista mexicana, Santa. Sucede así desde Nana,
de Zola, a La Dama de las Camelias, de Dumas. La prostituta es la mujer que elige, que domina
el erotismo negado a la feminidad, y por ello recibe un castigo que motiva a que el espectador
la perdone y se apiade de ella. Esta representación y estructura de las películas que hablan de
prostitutas permaneció quizá fue así hasta la llegada de la femme fatale representada quizá como
ninguna otra por Greta Garbo.

La película nos dice que el cuerpo es una representación para el otro. Es un cuerpo construido
socialmente, en que cual se puede decidir si ser Jekyll o Hyde, dependerá de la historia de cada
uno. El cuerpo es la imagen de quien lo habita: tanto las cicatrices como la ropa que lo visten.

Andrea de Palma nos presenta al Dr. Jekyll como Rosario, intentando ser buena, y seguir con el
modelo costumbrista para lograr casarse algún día. Pero también es Mr. Hyde del estereotipo de la
buena mujer: la prostituta misteriosa que espera a un hombre bajo la luz del faro. Imagen queaun
permanece en nuestra narrativa cotidiana, por eso las llamamos esquineras ¿no?

Se nos presenta el espacio de lo bueno y lo malo, el día y la noche, e incluso el vestido de la pureza
representado en el blanco y el negro, que también es luto ¿la protagonista habrá estado de luto por
la muerte de su padre o por su vida pasada?

Hermosa película en su técnica, en su valor como documento que narra la transición de un cine
silente a un cine que ya comienza tener voz, pero que receloso de esta, aun presta más atención
a la imagen y la historia que ellas componen en conjunto. La música es bella, sobre todo porque
como el cine inicial, guía el sentimiento del espectador, lo prepara emocionalmente, le dice cuando
reírse o llorar. Sin opacar estos elementos la historia narrada que aun tiene eco en nuestras
representaciones actuales.

Cineclub de Antropología histórica, una invitación a la crítica constructiva de las modernidades.


Por David Pablo Cruz Daza


En la línea de investigación de Identidad y Tradición, perteneciente a la carrera de Antropología Histórica de la Universidad Veracruzana, se hace reflexión antropológica a partir de la noción de “Identidad” como un objeto evanescente, en incesante trasformación, un proceso histórico que se desenvuelve dentro de la dialéctica del auto-reconocimiento con el hetero-reconocimiento, por medio de las imágenes generadas con las distintas representaciones culturales que todos los actores sociales expresan de múltiples maneras. Y que puede advertirse desde una perspectiva focalizada en la existencia de un solo individuo, o bien de un grupo social.
Dentro del devenir de las sociedades modernas en el tiempo, pueden encontrarse infinidad de representaciones que sus integrantes reproducen, desde tradiciones antiquísimas como ciertos rituales agrícolas, hasta las modas tendencistas del vestido que se sustituyen cada tres meses. Asimismo podemos avistar metarrelatos, o expresiones simbólicas que conjuntan los rasgos generalizados que caracterizan a uno, o varios contextos de la vida humana. El cine es uno de los ejemplos más claros de este tipo de metarrelatos de las modernidades, pues en el contenido de cada filme quedan representadas, a grandes rasgos, las imágenes que permiten el juego de reconocimiento recíproco que da forma a las identidades.
El Cineclub de Antropología Histórica, pretende exponer obras del séptimo arte con temas que permitan pensar las identidades en relación con los procesos históricos que se pueden encontrar en las distintas modernidades, especialmente en el tiempo-espacio propios; El “colonialismo en América Latina” por ejemplo. Procurando así la reflexión, y discusión de los temas expuestos en las cintas, tanto por parte de los asistentes (público en general), como de los mismos integrantes del cineclub.


Por otra parte, la Antropología Histórica percibe a la Cultura, y no sólo a las identidades allí contenidas, como un objeto de estudio, o constructo social, que se encuentra en un estado constante de transfiguración; es decir, como una estructura de símbolos que están siendo constantemente creados, reproducidos u olvidados. De tal forma que las maneras de aplicación de las tesis arrojadas a partir de tal concepto de Cultura, como sucede con el cineclub, buscan vincularse con grupos sociales para contribuir a resolver sus problemas, pero siempre tomando en cuenta que estos tienden a transformarse en otros.
Los miembros de la línea de Identidad y Tradición pretendemos colaborar a solucionar una problemática que nos envuelve a nosotros mismos como sujetos sociales: la falta de ideas para alcanzar una relativa estabilidad en el bienestar común de la ciudadanía mexicana, quienes nos hallamos en una situación de crisis económico-social, rezagada por las políticas neoliberales que nuestros gobiernos insisten en retomar.
Pues bien, un proyecto como el Cineclub de Antropología Histórica funciona a manera de política cultural que la carrera emplea no sólo para difundir conocimientos, sino también para generar otros nuevos. Así que se plantea como objetivo la retroalimentación entre los presentadores y los espectadores de las películas, en una búsqueda por contribuir a la formación de una sociedad (xalapeña) más crítica, razonadora y exigente.
Por supuesto que tampoco se hace la suposición de que únicamente el ejercicio de la reflexión, a través de la exposición de los filmes y tesis de antropología histórica, dejando las ideas en el aire, sea una medida idónea para hacer una colaboración significativa con un objetivo tan ambicioso. Por el contrario, como parte de las actividades del cineclub, también se opta por aterrizar y compartir públicamente los resultados obtenidos, por medio de la participación en foros de ciencias sociales, o bien con la producción de textos que se divulgan en diversos espacios.


Finalmente, retomando de nueva cuenta la idea de que la Cultura es una estructura sujeta al cambio, debido a infinitos factores histórico-sociales, cabe resaltar que la más prudente manera en que el antropólogo histórico puede acercarse a sus objetos de estudio es: tomando en cuenta que su propia identidad constituye uno de esos factores, y procurando incidir en ello a partir de una determinada ética. No se puede arrancar una flor sin perturbar una estrella.
Con todo, una cadena de símbolos, comprendida en un acontecimiento, un discurso, un metarrelato, etc. puede influir tan enérgicamente en la conciencia de las personas que cambie su manera de percibir la realidad en que viven, y la manera habitual en que se presentan (representan) ante esta, e incluso influir en el surgimiento de procesos que cambien el comportamiento de grupos sociales enteros, y en una de esas hasta dar pie a la producción de la utopía, cuestión que parece ser sumamente necesaria en esta etapa tan decadente que atraviesan las sociedades modernas. 

Mundo nuevo, nueva fe



Por David Pablo Cruz Daza


La fe no sólo mueve montañas, también funda sociedades.

Cuando llegaron los conquistadores españoles al territorio mexicano, e implantaron nuevas creencias religiosas entre los pobladores nativos, todas sus tradiciones y costumbres sufrieron diversas transformaciones; un proceso de mestizaje simbólico se inició. El choque cultural entre ambos mundos provocó que se mezclaran elementos católicos con las formas de culto a la muerte mesoamericanas, lo que permitió la supervivencia de algunas de estas últimas.

Clifford Geertz (p.89) formula un concepto de religión donde se le describe como “Un sistema de símbolos que obra para establecer vigorosos, permanentes y duraderos estados anímicos y motivaciones en los hombres, formulando concepciones de un orden general de existencia y revistiendo estas concepciones con una aureola de efectividad tal que los estados anímicos y motivaciones parezcan de un realismo único”. Desde ahí se hace compresible como es que elementos culturales tan subversivos y antagónicos a las creencias europeas pudieron subsistir hasta nuestros días, y con tanta fuerza; debido a que los símbolos sagrados son agentes que determinan el sentir de las personas, y se integran profundamente dentro de su ideología, lo cual fortalece la resistencia a abandonar sus prácticas y creencias; ¿quién no querría resistirse a dejar de convivir con sus seres queridos fallecidos?

Por otro lado, partiendo también de las ideas de Geertz (p. 91 y 92), se hace referencia a la religión como un sistema simbólico que tiene la facultad de fungir como modelo de, un arquetipo instructivo a partir del cual es posible la producción de otras doctrinas religiosas. Así puede explicarse como una religión con las características del cristianismo tiene tantas variantes, dependiendo del contexto en que se manifieste, pues en cada una de las culturas en las que se asienta han sucedido procesos de mestizaje, intercambios de símbolos y signos sagrados, como sucedió durante la conquista de México. Recuérdese, por ejemplo, la gran influencia árabe que transformó el catolicismo en España durante el medioevo.

Otra de las teorías que pueden ayudar a comprender la naturaleza de la singular religiosidad mexicana, y por supuesto la concepción de la muerte que aquí se retoma, es la de Émile Durkheim. Este autor expone, entre otras cosas, que la religión es un aspecto cultural, un sistema autónomo de creencias relativas a lo sagrado, que cumple la función de coaccionar a los individuos en grupos sociales (G. Filoramo, p. 383 y 384). Esto pone en evidencia que, en parte, las doctrinas religiosas en esta nación son tan distintas a las de Europa debido a que a que las creencias paganas persistentes eran, y siguen siendo, aspectos muy significativos para la integración de los individuos en grupos sociales, generando un sentido de identidad colectiva.
A grandes rasgos, el cristianismo en México está constituido por caracteres que devienen de múltiples religiones, de diversas culturas, que funcionan para unir en uno solo a los grupos que se mezclaron para engendrar la gran familia mestiza que ahora ocupa el país: el catolicismo romano, por una parte, las religiones de los pueblos prehispánicos, por otra, así como la influencia árabe, cuya prueba más fehaciente es el culto a la Virgen de Guadalupe, y la herencia de creencias de los grupos africanos que fueron traídos como esclavos, lo cual se hizo más evidente en otros países como Cuba y Brasil.

La película “Nuevo Mundo”, de Garbriel Retes, resulta en una excelente metáfora que ejemplifica cómo se fue moldeando la religiosidad en México a partir de la colonia, en un proceso histórico que permitió la aceptación, o interiorización, de las formas culturales sagradas de una región extranjera y antagónica en las mentalidades novohispanas, conformando la llamada “conquista espiritual”; tema muy recurrido en otros tantos filmes con la temática del “colonialismo en América Latina”, algunos de los cuales ya hemos contemplado dentro de este proyecto de cineclub.

Así, en esta obra específicamente, se hace referencia al surgimiento de uno de los símbolos más significativos de la identidad nacional mexicana durante prácticamente toda su existencia: “La virgen de Guadalupe”. De tal manera, se ejemplifica cómo aquél personaje que deviene de la doctrina católica se presta, en aspectos significativos, para camuflarse con las características de “Nonatzin”, un personaje de suma importancia en los cánones religiosos de las culturas mesoamericanas. Entonces puede advertirse la forma en que ese tipo de coincidencias fungen como argamasa que facilita la mezcla de ciertos rasgos culturales, y dando origen a que otros nuevos se manifiesten.
Hoy en día, la imagen de la Virgen de Guadalupe, debido a la gran trayectoria histórica en la que se ha visto involucrada, es una de las más reproducidas en el país, tanto que ha sido llamada como la “patrona de México”. El culto guadalupano sin duda es el más recurrente en la vida cotidiana de los mexicanos, de los cuales más del 90% practican la religión católica. Por si fuera poco, tal imagen ha sido también un símbolo de resistencia, que se popularizó exponencialmente desde que en la Guerra de independencia Miguel Hidalgo la empleó como estandarte. A pesar de que el Estado Mexicano contemporáneo se asume como laico, esta imagen continúa representando un patrimonio nacional.

Filmografía:

Título: Nuevo Mundo
Director: Gabriel Retes (MEX)
Año: 1978
Tema: El contexto y el perfil de los personajes que se vieron involucrados en el creación del mito de Guadalupe